miércoles, 1 de julio de 2009

ALUCINACION NOCTURNA

Ante la vehemencia de mis actos, escribo palabras correcta e impecablemente mediocres. Será que no las encuentro rápidamente e improviso, me deshago de ellas como escamitas de pez.
Contra mi voluntad, y como un ciprés que echa raíces en mis sienes, nacen mis quimeras.
Esa botella acéfala, me mira, buscando complicidad. Yo quisiera que me cuente del siniestro del que está siendo testigo, que me abra los ojos con su arte, que converse con mi alma -si es que la encuentra, la despierta, la agita, la conmueve, la inflama, la violenta de estallido planetario-, y que ella le cuente arbitrariamente acerca del raro oficio de amar. Que aquiete las aguas de mi mar, que me salve del recuerdo, que me salve del deseo, que me salve de seguir perdiendo.
Mi mirada en esa botella.
Mi alma en sus ojos.
(Pero amo las evidencias de su ser...)
El vuelo de los vasos y las patadas furiosas de las sillas, junto con la misteriosa agitación de los manteles, describen el tránsito de los objetos, y me hablan de mi temor secreto: la fuga.
La fuga de aquellos ojos que han destruido mi sintáxis. Que han desmantelado todo parámetro de defecto y virtud. Que han eliminado bebiéndose uno a uno, todos mis criterios.
No se fueron sólo sus ojos. No sólo sus ojos se llevó.
Estoy perdida, y me asusta pensar en cual será el próximo paso que sucede a esta levitación de los objetos.
Cuando nos alejamos, simplemente siento que mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja debajo del tren.
La botella me mira fijo, inapelable, igual que la lluvia que cae porque sí.
... y yo cierro los ojos.

Mina