sábado, 10 de octubre de 2009

LA NADA

Hay una mano detrás de un cuadro que empuja por salir sofocada de encierro. Sostenida por el hilo de oro que corrompe la gravedad.
Una mano que quiere abrir su boca y mostrar sus dientes de tortuga gigante. Abrir su boca, romper la tela del cuadro y consumirlo.
Y engullirse a sí misma, tragarse hasta su última célula y diente de tortuga. Atracarse, saciarse de sí.
Una mano que empuja por parir delirios y desastres arcaicos de ancestros que desconocemos, desconoceremos por siempre, y arrastramos como residuos corporales muertos.
Una mano de siete dedos divinos que intentan destrozar la materia que venera.
Quitar capa por capa hasta el dolor último, hasta el último diente. Y poseída de sí, exorcisarse.
Devorarse el propio aliento. Devorarse el llanto y la digestión hasta que sólo quede algo de verdad.
Hasta ver, erguida y orgullosa la mentira al desnudo. La mentira mas hermosa y transparente.
Entonces, sí empezar de cero, otra vez en el medio del espacio si es que hay un medio, si es que el infinito tiene un medio apreciable y distinguible.
Empezar de cero en un punto cualquiera, sin delirios ni desastres ni mano con dientes de tortuga gigante...