jueves, 26 de agosto de 2010

martes, 24 de agosto de 2010

EL OIDO DEL MAR


Diario de un lunes cualquiera


Agitada como una hoja de otoño transcurrí por el camino del lunes. Viajo en total cuatro horas durante el día y eso es como una fuente inagotable de pensamientos de todo tipo... inútiles, pesimistas, ridículos, obscenos, utópicos, existencialistas, médicos, algebráicos, pictóricos, literarios, estéticos, morales, éticos... y tantos otros que caen en la bolsa de aquellos que no sé cómo aparecen, que apenas sé si clasificarlos como pensamientos o imágenes o fantasías.
Casi siempre el primer pensamiento, el que abre la caja de Pandora es el mismo, o los mismos, pero apenas son uno o dos... puede ser el de tipo existencialista o el literario (muchas veces se podrían tomar como el mismo). Ayer pensé en la charla acerca de Breuer y Nietszche, en el dolor de ambos, en las enfermedades del segundo. Pensé en mi. Pensé en una frase de otro libro... "haga el intento de imaginarse la vida sin ella..." Fue entonces que me sentí un cuadro roto... quiero decir, un cuadro, donde la imagen principal fuera un cuerpo y en el lugar de la cabeza, un estallido. Roto.
Pensé en Nietszche... de manera que es necesario aprender a estar solo para poder soportar luego el abandono de cualquiera. De manera que cuando no es uno el que se abandona, nadie puede hacerlo. Entonces por qué yo sentía esa ruptura en la cabeza si me exponía a imaginar esa situación... sin ella.
(Por qué pensaba en eso si Nietszche no lo había dicho ni pensado? Parece que simplemente tenía ganas de pensar en eso como si se tratase de un análisis... dejo que aparezcan las ideas como flores en las vías y ahí sigo...)
¿Será que nunca había estado sola totalmente sola? No. Estuve sola y mucho tiempo. Sufrí sola. Dolí todo lo que pude y lo que el cuerpo me permitió... aunque, pensando en Nietszche... tal vez no lo suficiente. Lo cierto es que estuve sola largo rato y al estilo Girondo... lloré por todos lados.
¿Será que esos estados de angustia aparecían justamente por el hecho de estar sola?
Y en ese caso... ese dolor es saber estar sola?
¿Será que confundo sufrir en soledad por soledad a secas? No a todas las preguntas. Estuve sola sin sufrimiento, estuve sola madrugadas enteras hablando sola. Estuve sola sólo con colores que aprendí a dominar a la perfección, sola. Estuve sola yo sola, sin nadie que me enseñara a estar sola. Estuve tan sola como se está cuando se toma mate frío y lavado.
Estuve tan sola como el silencio.
Reí a solas. Me sedujo la soledad. Me sentí cómoda.
Entonces... por qué ese estallido en la cabeza?
Allá por la rural, el pensamiento se corre, mejor dicho, se abre. Abre paso. Y aparece el ridículo (que vaya casualidad, siempre aparece después del tipo de pensamientos anteriores): "qué gano pensando éstas boludeces, por qué no me dedico a algo más productivo"... "ella tiene razón, a todo lo vuelvo difícil"... "soy demasiado enroscada... no tiene sentido", "de qué me evito pensar ocupando la cabeza en estas cosas?", "tal vez evito la idea de pagar cuentas, de pensar en qué nos conviene más... comprar dólares o reales", "evito pensar en operarme, en comprarme un auto, en ahorrar, en cambiar de laburo...". Entonces mágicamente, me voy yendo de los ridículos y me repito... "cambiar de laburo". Dos paradas siguientes al hospital militar, me bajo y empiezo a escucharme cada vez más débilmente. El eco se aleja y la frase se diluye transformándose en otra cosa... "uno veinticinco, los tenía en el bolsillo... voy a llegar temprano... ya no quiero estar parada, que venga rápido).
En el espacio de tiempo transcurrido desde entonces hasta que me subo al segundo colectivo no puedo identificar nada, ni siquiera imágenes.
O ahora que lo pienso... sí!
Hay silencio.
Hay hojas de los árboles que se mueven armónicamente.
Hay ganas de llegar pronto a ver a los nenes...
Y vuelvo, "a ver a los nenes"... empiezo a aturdirme entonces por todo lo que no sé sobre algunas patologías específicas, por lo que no encuentro en ninguna parte, las ganas de poder ayudar desde el conocimiento. "Tendría que volver a la facu". "Pero cuándo? en qué momento? la distancias... el dinero..."
Cerca de Puente Saavedra comienzo a silenciarme nuevamente...
No puedo escribir demasiado sobre esos instantes.
Llego a la escuela.
Salgo de la escuela.
Silencio y cansancio, pienso en que ya no recuerdo cómo había dejado el cuadro que empecé hace casi un mes atrás... pienso en los velos que pinté... "¿por qué velos?".
Lo velado, transparente, lo que no se ve claro, lo que no se dice... algunos silencios.
Velos sobre flores.
Algunos silencios... "Carta de Alejandra a Silvina".
Pienso en las no preguntas. Que vendría a ser algo así como identificar una sensación, algo que nos pasa y elegir no preguntarse nada. Pienso en esa elección.
El coraje de elegir el vacío, de elegir el silencio, el coraje estóico de no entender. Ninguna de las preguntas que me hago tienen una respuesta desde mi, al menos no de manera rápida y sencilla... no las entiendo. Y las elijo.
Los lunes son los días de mi taller de pintura, cuando llego, la mayoría de las cosas que flotan en mi cabeza, se van... y me dejan sola.
Sola para pintar. Pero me cuesta mucho pintar sin nada en la cabeza... ojalá quedara algo de lo que vine pensando para poder seguir, pero no.
Ya no recuerdo qué pienso de los velos, ni lo que me representan, entonces pinto inconsciente e ignorante absolutamente de mi.
Ya no soy yo, y sin embargo... repito como si mi voz interna no fuera mía... "el abandono... azul, el abandono".
Y mi profesor que me dice "lo mejor aparece cuando te desconocés en lo que pintás, cuando rompiste con tu propio estilo, cuando la imagen cobra independecia de tus intenciones" y yo que aún pienso que al menos por unos instantes sería virtuoso dejar de ser uno mismo, sin embargo...
Ahora es apenas un pincel sobre la tela y mi mano que se deja llevar por él.
Tal vez la respuesta sea simple, me digo mientras meto color a lo loco... la respuesta es que la amo.

sábado, 7 de agosto de 2010

pintar dolor en primavera

una mano con pincel se acerca ambiciosa y esquelética hasta la tela.
interrumpe parte del talo cielo que se ve más allá de la ventana.
comienza bailes de colibrí sobre nubes grises y desaparece.
vuelve todo el cielo talo.
reanuda el proceso de nubes grises con ráfagas de cielo por llover y desaparece.
vuelve por la ventana el fondo talo intenso.
y de repente... en una especie de estocada final
un sacudón y gotas, como sangre, rojas.
la desaparición anunciada de la mano danzante.
una estela de humo blanda y gris
como las nubes
se erige sobre la tela, atravensándola entre las ráfagas del cielo por llover
y corrompiendo la integridad del cielo talo.

viernes, 6 de agosto de 2010

Entrar y salir de vos...

Te quiero con botones, con cierres, para poder entrar y salir para verte. Para encerrarme dentro tuyo: para escucharte mejor. Para salir a respirar cuando me ahoguen tus latidos.
Una vez afuera, en cambio, me vuelvo el mayo de otro año. El brindis de otra boda. Una foto vieja de desconocidos.
Deberías recordar por la mañana limpiarme las sienes de olor a humedad y a viejo... y a tránsito... y a melancolía.
Veo frente a mi un escenario vacío, oscuro, algo vive ahí, late cada vez más fuerte, me ensordece, me marea. De repente suenan las teclas de un piano a lo lejos, agudas. Pero muy agudas, como apretujándose en la escala. Son como lagrimitas o bichitos sufrientes.
Parece que ni siquiera yo estoy conmigo.
Trato de respirar hondo mientras espero impaciente que llegues lo antes posible. Antes de que se me agujeree el pecho. Antes que el mundo descubra que yo no estoy con él. Antes que Dios me encuentre.
Cierro los ojos, imagino una posibilidad de alivio. Las manos finalmente en su lugar. Y mi boca con tu límite preciso, crispado, caliente y definitivo.
Quisiera volverme masa amorfa que envuelve los aires, se estira y de repente sobre ella caen rosas.
Es tan simple: quisiera abrazarte.
Cuando sacarás éstas rosas? Este éxtasis sin aire...
Cuando prescinda de nosotras, estaré tan lejos, tan ahí adentro, envuelta nuevamente.
Entonces querré volver.
Desnuda de rosas, bailaremos juntas, me habrás despertado, habrás satisfecho mi existencia. Habrá sido suficiente.
Podré irme liviana, con la sensación de haberlo logrado.
Sin embargo... no querré irme, y apenas será el principio.