viernes, 6 de agosto de 2010

Entrar y salir de vos...

Te quiero con botones, con cierres, para poder entrar y salir para verte. Para encerrarme dentro tuyo: para escucharte mejor. Para salir a respirar cuando me ahoguen tus latidos.
Una vez afuera, en cambio, me vuelvo el mayo de otro año. El brindis de otra boda. Una foto vieja de desconocidos.
Deberías recordar por la mañana limpiarme las sienes de olor a humedad y a viejo... y a tránsito... y a melancolía.
Veo frente a mi un escenario vacío, oscuro, algo vive ahí, late cada vez más fuerte, me ensordece, me marea. De repente suenan las teclas de un piano a lo lejos, agudas. Pero muy agudas, como apretujándose en la escala. Son como lagrimitas o bichitos sufrientes.
Parece que ni siquiera yo estoy conmigo.
Trato de respirar hondo mientras espero impaciente que llegues lo antes posible. Antes de que se me agujeree el pecho. Antes que el mundo descubra que yo no estoy con él. Antes que Dios me encuentre.
Cierro los ojos, imagino una posibilidad de alivio. Las manos finalmente en su lugar. Y mi boca con tu límite preciso, crispado, caliente y definitivo.
Quisiera volverme masa amorfa que envuelve los aires, se estira y de repente sobre ella caen rosas.
Es tan simple: quisiera abrazarte.
Cuando sacarás éstas rosas? Este éxtasis sin aire...
Cuando prescinda de nosotras, estaré tan lejos, tan ahí adentro, envuelta nuevamente.
Entonces querré volver.
Desnuda de rosas, bailaremos juntas, me habrás despertado, habrás satisfecho mi existencia. Habrá sido suficiente.
Podré irme liviana, con la sensación de haberlo logrado.
Sin embargo... no querré irme, y apenas será el principio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario