martes, 30 de junio de 2009

Black and White Obsession

Hay veces que estoy más adulta, más independiente (y cada vez que uso este término pienso, ¿independiente de quién, de qué?), más cómoda con mi soledad, más a gusto con lo que pinto, más segura de mi. Creyendo que hago muy bien algunas cosas. Dudando lo justo como para no volverme una boluda (perdón por la palabra, algunas me resultan de un peso irreemplazable).
Hoy no es uno de esos días.
Ayer no escribí justamente porque me doy cuenta cuando me está por pasar este silencio... es como una especie de aura (odio tener que decir "es como..." por qué no poder decir lo que es. Por pura incapacidad, sí).
Todo lo que hoy puedo hacer es recordar.
Mis abuelos vivían en una casa en Lobería, ni grande ni chica. Hoy la vería chica. Y lo que mas me gustaba era la galería (galería suena a indicativo condicional). Tal vez porque en ese piso le di rienda suelta a la gestación de mis obsesiones, me ayudaron a caminar más segura, bueno, en realidad trabajaba para sentirme más segura, o creía que así lo iba a conseguir, o quien sabe qué. Tenia cierta fórmula, por ejemplo y depende el día, caminaba solo por las baldosas blancas, o solo por las negras, o caminaba fingiendo distracción para equivocarme sin culpa. Pero no hay mentiroso más ineficaz con uno, que uno mismo (existen excepciones). Entonces, me daba cuenta rápidamente que me había equivocado por mucho que mirase para otro lado, en ese instante en mi cabeza se empezaban a desarrollar toda clase de maldiciones. De manera que por un lado eso me aturdía y por eso quería fingir distracción y por otro, me preocupaban los mensajes ocultos debajo de las baldosas.
La cuestión es que me equivoqué muchas veces y no recuerdo coincidencia cronológica entre esas pisadas y los hechos, aunque tal vez esa sea una de las reglas. Eso es algo que también me torturaba, pensar que el asunto tendría sus propias reglas, que no habría como intervenir, entonces me contestaba a mis cortos 6 años o 7, mamá sabe, "será el destino", porque alguien me había hablado de el. Pero entonces, pensaba que el destino era decir esa frase, digo... sería parte del destino decir "será el destino" o que yo lo diga, y también estar pensando en eso y todos quedaríamos entrampados para siempre en esa suerte de ficción, de burbuja o paréntesis en el universo. Quería borrar esa idea y pensar en otra cosa, no podía. Una vez encontré una solución momentánea, no para el problema mio con el destino, sino para el de las maldiciones auto premeditadas. Empecé a andar en patines, era imposible vaticinar desgracias... era imposible vaticinarlas, no evitarlas, de manera que eso no me tranquilizó. Además de preocupada, viviría en la ignorancia.
Finalmente decidía no volver a esclavizarme con ese tablero, ahí debajo de mis pies, entonces, con decisión, cada vez que salía y emprendía este desafío intentaba no mirar para abajo, porque en cuanto miraba, volvía a los cálculos... no sea cosa que... porque esta vez sí que... Entonces todo era volver a empezar.
Era un alivio salir a la vereda. Ahí sí que se jugaba en serio, podía andar en bici, saltar la soga con mi abuelo (mi abuelo saltaba la soga), andar en patines. Andar en patines era como volar (que sensación parecida a la ignorancia) caminar sin reglas, correr.
Más o menos como ahora cada vez que llego a casa, me pongo las pantuflas, veo quien me acompaña por acá... me pierdo en los colores de mis paletas, o en la música que me pongo, o me hago un bollito a pensar en ella... todo esto también es como volar.
Después de todo, si la hora de rendir cuentas llegó, no me fue tan mal con las baldosas de los abuelos.

viernes, 26 de junio de 2009

Porque estas son las aulas sagradas del gotan...


Tomo al término obsceno como lo "fuera de escena", de la misma manera que Shopenhauer, al aludir específicamente a la escena de la palabra. Hay términos obscenos. Schopenhauer habla de sexo y pasión como términos obscenos ya que se escapan fuera de la escena de la palabra. Habla de la representación de las cosas. De la construcción del sujeto del mundo que lo rodea. Es la parte mas íntima, mas inabordable que tenemos, esa parte a la cual ni siquiera podemos decir como llegamos. Si es que llegamos. Y si es que podemos creer que la tenemos. Hay un abismo entre esas representaciones (que no son el mundo) de mi mundo y las palabras del mundo. Dicho esto, quería anoticiar a los no bailarines de tango, de lo bello que es bailarlo. Hubiese querido transferir algo de la pasión que se siente, pero como ven no se puede. Hubiese querido usar palabras como rojo, fuerza, aguja, sexo, dolor, asfixia, entrega... y una inexplicable felicidad. Claro, hubiese querido usarlas si hubiesen sido suficientes para contaminarlos con todo ese menjunje, pero no puedo, no. Advertidos de mi incapacidad, quiero contarles además que basta con que él apoye su mano en la espalda de la mujer para que ella le obedezca con actitud teatral. Lo sigue. Le gusta seguirlo, sólo porque le gusta que la miren los demás, los que no están bailando con ella y se lo están perdiendo!! Pero lo sigue. Y a él le alcanza. Entonces, destilando histrionismo femenino, lo abraza sobre el hombro derecho. A veces sólo apoya su mano en su espalda. A veces en la nuca. Depende del tipo de histrionismo que se lleve a cabo. En un primer momento, ambos intentan conocerse con urgencia, porque el tango se termina cuando mas te está gustando. Buscan ponerse de acuerdo, hablar en el mismo lenguaje, mantener los códigos. Sentirse las vibraciones mutuamente. Bailar el mismo tango. Una vez atrapados, comienza el baile. La mujer puede elegir bailar con lo ojos cerrados o abiertos. El hombre no puede elegir, debe bailar con los ojos abiertos, porque ¡pobre del destino de ella si bailara con los ojos cerrados! El dominio tiene sus desventajas. Para tener al asunto bajo control, se sabe, es necesario tener los ojos bien abiertos. Estar despiertos, estar atentos a quien se abraza, a quien se tiene al lado, con cuánto espacio se cuenta. En cambio, quienes eligen bailar con los ojos cerrados, se sumergen en esa encrucijada de espacio y tiempo, quedando sometidos. Otros miran por uno. Otros terminan decidiendo por uno. De otros es el espacio y el tiempo. De otro se vuelve el propio cuerpo. Una vez tomada la decisión acerca del modo en que cada uno prefiere vivir los 3 minutos del tango... comienza esto, que para mí, desde siempre, me resulta obsceno. Cierro los ojos. No es la persona que abrazo. No es su perfume. No es su cuerpo. ¿Es la música? todavía no lo se... ¿Es el ritmo?... creo que no. Supongo, avecinándome apenas a los arrabales de las palabras, que el latir de cada tango, ese que retumba en los parlantes, que vibra... choca, rebota en todo mi cuerpo. Una y otra vez. Mi cuerpo en silencio resiste los choques, noto que se irrita, que hasta en algún punto los rechaza. Pero ni el espacio ni el tiempo ofrecen rincones donde apartarse en estos casos, donde esconderse, donde protegerse. Hacia donde salir corriendo de una vez por todas. Cuantas cosas nos pasan en 3 minutos abrazados a alguien. Hasta parece que uno se muere a los 2.45...

"Cuando bailas, sensual un tango guapo, entre el reaje vuela tu pollera... Tango de lengue, obsceno garabato que dibujan con sus pubis las parejas. Tango de lengue, por vos... se pierde una daga hasta el mango. Tango de lengue los dos... estamos manchados de fango"






martes, 23 de junio de 2009

Mil trescientos tres, algunas rebeldes...

Ellas me saludan a veces con una mano, cuando lo hacen con dos, me preocupo, seguro que algo sueltan para hacerlo, digo.. porque a menudo están acompañadas, van de la mano de algo más (yo, la verdad, no me animo a decir que es "eso", ese "algo más")
Bueno, casi siempre es con una mano...

Ayer una me sorprendió temprano, muy temprano, con este frío... pero mas tarde, se sumaron otras, entonces... pensé en cierta rebelión y me asusté.

Imagine a la "h" a los gritos, y a la "l" llana, horizontal, como recostada, la "o" disfrazada de un número. La "g" en lugar de la "m". Que mal gusto...

De todos modos, me alegra reconocerlas aún (yo también finjo confusión, lo hacen con ese motivo y no puedo fallarles). Por suerte hemos ganado confianza y algo de amor- odio.
Ellas se disfrazan y me saludan con las dos manos y se sueltan para llamar mi atención, y yo busco nuevas palabras para ponerlas a prueba y desafiarlas. Para soliviantar sus ánimos.
Admiro sus rondas, sus rituales, sus gracias, sus destrezas, sus coreografías de palabras arrepentidas, de scrabble juguetón, que burlonas son.
Admiro y disfruto de estar con ellas aunque quieran otra cosa de mí, me gusta acariciarlas, olerlas y subirlas a pasear en mi cabeza sujetas a mis pelos...
Sin embargo, muchas de ellas no son cómplices de mi misantropía, de mis noches hoscas. No me escoltan. No convoyan. No convergen, ni contienen- me.
No coinciden entre sí, no se quieren ni acompañan, ni convergen, ni... ya lo dije.
Me juegan malas pasadas, me abandonan, ya lo dije.

Es cuestión de dejarlas descansar un tiegpo, debería dejar que ellas ge busquen a gi una vez aunque sea, no pueden estar tan gal acostugbradas.
Siegpre terginan abandonándoge.
No se si será o no importante esto que escribo, o lo que pinto. Mis ambiguedades, las contradicciones.
Lo que sí sé, en cambio, es que he pasado mucho tiempo rechazando todo aquello que me ataba, que me hacía sentir madre de esas cuestiones. Sin embargo hoy me vine a desayunar que soy exclava de aquello que me demanda, cuando me quiero rebelar, lo estoy satisfaciendo.
De manera que cualquier grito... resulta alimento.


AFUERA

Pero... ¿¿quién es esa mina??
Esa mina que recuerda a Ghandi, y le sorprende un fuerte dolor en la panza al pasar por la "h".
Si se viera...
Le daría, seguro, tanta risa como a mi... ¿sí...? se reiría tanto? La pobre cree que todo es fuente de inspiración. Y se detiene a mirar una foto -y duda entre la foto y esa mosca moviéndose ahí todo el tiempo- y sonríe.
Me pregunto que buscará. Hay algo sin embargo que me atrae, son esas capas y capas que la cubren como a una cebolla, o como al corazón de un alcahucil, no sé algo así...
Ahora se distrae y maldice tantos pasos y tantas voces a su alrededor, y les desea la muerte -y la mosca que insiste-.
Por momentos, parece que yo sola la veo... alguien corre la silla en que está sentada -o yo creo que está sentada-. Pero ella sigue ahí en su lugar y con sus capas.
Empiezo a dudar.
A lo mejor, ese gesto de displicencia que se le escapa a menudo, no sea más que un gesto característico de los muertos.
¿Y si está muerta?... siguiendo un razonamiento cartesiano, no sería posible.
Aunque...
De repente, intenta desprenderse con toda su fuerza de algo que la ahoga. Tose fuerte. Vomita. Se lleva las dos manos al pecho. Se sienta en el suelo, en un rincón de la habitación. Respira hondo, y esconde su cabeza entre las rodillas.
Y ahí permanece... quieta y silenciosa.

¿Y qué hago yo acá?
¿Qué hago tan quieta, tan ingenua, tan silenciosa, escribiendo sobre esa mina?

Conocedora de la situación, la mosca prefiere retirarse, por discreción.

CONFUSION

Cuánto tiempo pasó desde que escribí el ultimo post y éste? Creí que lo iba a poder hacer antes.
Sin embargo muchas fueron las veces que me senté acá delante del teclado con lo deditos congelados, algo congelado tenía...
Por momentos, me doy cuenta de que son muchas las veces en que me congelo, en que me quedo en stand by, que no puedo arrancar, que no me quiero levantar de la cama, que no tengo ganas de nada, de nada. Y me siento como una aguja pequeña en medio de una almohada.

A veces siento que corro, rápido, con amigas, con mi amorcito, con ideas, con ocurrencias, con chistes no tan chistes, con angustia, pasando frío, sueño, hambre, extrañando, y sobre todo... riéndome descontroladamente. Hasta que de repente las piernas se clavan en el piso. No quieren más. Me miro los pies y no parecen míos. Las ocurrencias siguen corriendo, siguen su curso valle adelante. Como las hojas que se sueltan de los árboles. Y yo ahí, como un árbol antiguo. No siento frío, ni hambre ni sueño. No me pasa nada.

Reconozco sin embargo un dolor suave en la cabeza, como si fuera un pequeño fuego artificial en el costado izquierdo superior, y digo fuego artificial porque no se queda quieto, no es puntada, tiene un pequeño recorrido, un circuito que ya estoy reconociendo, y un color que estalla.
Algo me pasa.
Entonces busco desesperadamente superficies (sobre las que mirar, sobre las que echar manos, sobre las que pintar, o decir, o pensar, o escribir...).
Encuentro!! Por suerte casi siempre encuentro. Algo de buena lectura, de poesía, escribir para mis amigas, buscarlas como al agua, buscarlas para continuar cuadros. Y yo.
Buscarlas para volver a llenar los vasos.
Buscarlas para... y vuelven a correr las ocurrencias.
Y corro pisando agujas.
Y volvemos a correr nosotras.
Y el aparato se activa otra vez.
Como ahora, que necesité unos días para poder soltar. Un tiempo de quietud, de silencio. De nada rodeándome. Quiero decir que la nada cuando es mucha, pesa una barbaridad. Comienza a transformar en pequeños a los espacios grandes... no sé si se entiende, vuelve azul al verde o algo así...
Ahora, en que las cosas viran del azul al verde. Me siento mejor.
Quiero pensar.
Quiero pararme delante de este último cuadro que me tortura bastante y quiero que me torture de manera de poder abandonarlo en algún momento... pronto.
Quiero soltarlo pronto también, antes de que él me suelte a mi, y ya no me reconozca y quede ahí recostada olvidada de mi, por él. Yo, ya sin él. Ojalá lo suelte antes.
Ojalá pueda dormir hoy y no pensar en nada (no era, acaso que esperaba éste momento? no esperaba volver a pensar en él, en ésto, en mi, en nosotras, en los chistes, en las ideas, en el verde?).
Estoy sintiendo frío, y siento además el silencio (y este espacio de agua ras).
Alguien me va a llamar por teléfono, alguien además me espera y reclama. Alguien me está buscando. Me voy a sentar frente a la puerta esperando novedades. Las horas que haga falta.
Me dejo sucumbir al vértigo de no sé qué...
El de la espera, será...
No sienten ustedes que se acerca? que está por abrir la puerta, que cuando entre nos va a dejar sin aire, nos va a enceguecer? que nos va a arrebatar el corazón?
No sienten ustedes que ya queda poco tiempo?
Es hora de correr.
Quiero intentar poner algo de claridad en esta mezcolanza que estoy diseñando... es hora de correr, necesito que mis amigas me acompañen. El sábado, resultó. Necesité descanso mental luego, descanso de emoción.
Que cansador.
Que necesario.
Ahora siento que mis raíces se desprenden y echo a correr para no abandonar mis hojas.
Corro con ellas y mis ocurrencias, valle adelante.
Qué suerte, qué simple, qué elemental decirles gracias por estar conmigo...


sábado, 20 de junio de 2009


Estoy feliz...

Hoy nos vamos a poner al tanto, Mari, Pau y yo... otra vez, ponernos al tanto.

Las amo. A una por las palabras justas, medidas, coherentes. Por las pocas palabras de la otra, por la intensidad de su silencio.

Amo los abrazos generosos de ambas. Abrazan y besan con el cuerpo, con todo el cuerpo. Con toda esa disponiblidad física.

Amo sus insatisfacciones momentáneas, más de una que de la otra. Sus crisis existenciales y sus dudas.

La casi nula capacidad de resignación.

La inteligencia ocupando todas las situaciones de vida.

El humor, a veces negro, y un poco ácido.

El encuentro con ella primero, después, de nosotras con ella.

Nuestros encuentros poco cursis nada emotivos, excepto estos momentos en que a mi me agarra
algo así como... yo con ellas, las tres.

Las necesito, las quiero escuchar, las quiero ver. Quiero que me contradigan. Que me traigan luz.
Echarles mano con urgencia. Quiero recordar, recordarlas aún con ellas. No nos vemos con frecuencia, sí nos mantenemos en contacto, pero nos reunimos de manera festiva.
Las busco, porque necesito hacerlo. Motivan mi busqueda.
Siempre las encuentro. Digo... siempre encuentro lo que busco. Son ellas.
(Aunque también otras. Las quiero, las adoro a todas. Pero hoy las veo a ellas)

Ojalá Mari cumpla y cocine chop suey. Ojalá Pau también y lleve el champagne. Yo cumplo.
Mas adelante les cuento como estuvo todo.
Me pongo en campaña para acicalarme.

Gracias bonitas mías...

jueves, 18 de junio de 2009

Amarilla conclusión


Tristes envejecidas hojas como gotas caen de mi cuerpo como árbol reposado erguido y poblado. El viento desarraiga mis tristes hojas para tenderlas en los arrabales de mis raíces. Nunca más ellas volverán a ser mías. Nunca volverán a ser mías las tristes hojas de mi cuerpo, apenas cubren mis raíces cuando la madurez otoñal las apura.

Muchacho


Tu cuerpo es la llave del mundo si te sientas, se sienta el paisaje si te ríes, me río contigo y te llevo conmigo. Tu cuerpo y el de la retama se renuevan como el Ave Fénix, alimentas el suelo en que creces y aparte floreces.
L.F.


Tengo muy poco para decir, pero siento que algo quiero decir.
Hoy a la mañana al llegar al andén del tren, con los auriculares en los oídos, no cambié de radio aunque sabía que no ibas a llegar. No lo hice, creo, porque hubiese sido como confirmar que ya no estabas de este lado.
La programación era únicamente música, esa que no transmite nada, puro ruido. Y me venía bien.
El momento preciso en que empecé a entender fue cuando en vez de escucharte te vi en la tapa de un diario.

martes, 16 de junio de 2009

Con algunas hojitas de cedrón, siete cucharaditas de yerba y una de azúcar sólo al primero



Es tarde. Hace un rato, sentí una alegría inocente al poner el agua para el mate. Sé que el día se termina y no tengo ganas de irme a dormir, aún habiendo dormido anoche cortas 4 horas. Cortas y suficientes.
Qué ritual curioso el del mate. Puse el agua sin esperar a nadie, sólo para mí. Y me pone así de contenta... qué llamativo.
Creo que la alegría es porque celebro tomarlo a solas conmigo.
Disfruto de mi intimidad y de este frío tan invierno que no es. De este tiempo de silencio y de vacío post carnaval en la calle. De las voces de la radio hablando de la temperatura. De algún tango que aprendi quién sabe cuando. De este olor a noche invernal.
Ahora siento mi cuerpo tranquilo y mi espíritu en paz.
No sabría decir, aunque mucho lo piense, si este disfrute por la soledad y el mate tiene que ver con todo lo que dije antes, o con algo de campo a las 7 de la mañana, o algo de desvelo melancólico, o algo de letras, o de óleos, o de pasado, o de culturas arcáicas, o de tribus a las que no pertenecí pero presencié... no lo sé.
Me busco los pies como raíces.
Como las raíces en las que descanso. En las que ilusoriamente creo que descanso.
En las que ilusoriamente querría descansar.

lunes, 15 de junio de 2009

Micro Big Bang


Cuando veo alguna que está por desprenderse, noto con tristeza que le cuesta, que lo hace porque no le queda otra más que obedecer a la gravedad, como si no quisiera soltar. Cuando aún tiene su raíz en la parte superior resistiendo, se alarga. Hasta que de repente se suelta y cae por su propio peso. En el aire es redonda (en éstas imágenes entiendo mejor a la matemática), y cuando llega al suelo, estalla y salpica gotitas por todas partes (partes que también son la gota, que hacen a la gota, o lo que era la gota, o lo que ahora es cada una independientemente de la otra... y de la anterior, y que suerte que cayó, y estalló... si no éstas...)

Creo que esto pasa todo el tiempo en el mundo. Creo que nos salpicamos unos con otros, a veces lo hacemos solos, nosotros con nosotros mismos. A veces duele más, a veces menos. Como todo. En estas hojas (me gusta pensar en hojas como cartas para los íntimos) me dedico apenas a hablar de mí, entonces...
Por momentos, me paralizo ensangrentada.
A veces no puedo ponerle palabra a la salpicadura (llevo días escribiendo sin poder decir).
A veces las convierto en lágrimas.
A veces las convierto en colores.
A veces no puedo convertirlas.
A veces me manchan fotos viejas.
A veces me quita el hambre.
A veces me asquea, me descompone, me desmaya, me da náuseas.
Puede que me salga del pecho cuando me duele.
O de los oídos cuando me espanta lo que escucho.
O de la garganta cuando...
O de los ojos cuando no puedo convertirlas en lágrimas.
O de las manos cuando siento que lastimé a quienes amo.

Sin embargo, conozco una flor hermosa que se llama Gota de sangre y con toda coherencia, se parece a una gota de sangre, en forma y color. Me sorprendió su nombre científico, es Adonis annua, y significa joven todo el año.
Además, existe en el sur una flor amarilla con pequeñitos puntos rojos, que dice la leyenda... ha sido el producto de gotas de sangre de un alma enamorada.

Será después de todo que nos salpicamos de vida cuando esto nos pasa? Será que es la vida que nos atraviesa? Será que a partir de esas gotitas todo vuelve a empezar?

Este cuadro intenta contagiar algo del azul.
Algo de flor del sur.
Algo de alma enamo
rada.

domingo, 14 de junio de 2009

Entre paréntesis

Es curioso venir a descubrir cositas simples a esta altura de la vida. (tal vez no era necesario el diminutivo, vos que decís?. Tal vez no sea necesario decir tal vez y jugarme y afirmarlo y ya basta. Pero como me cuesta hacerme cargo)
Una mujer boba descubriendo algo simple. (El diminutivo y el tal vez que porquería, tenés razón, debería haber dicho... "He descubierto algo simple, pero importante. Yo me hago cargo. Es difícil, pero me hago cargo. Y eso no es noticia")
Sucede, como es de notar, que igual que ciertas aves migratorias, las musas me visitan y me abandonan con cierta facilidad, sin pedir permiso al llegar y sin avisar cuando se van. A la manera "el que se va sin que lo echen..."
El problema no sería que vayan y vengan a gusto y placer, el problema sería- y ya me estoy pareciendo a Arjona lo cual confirma lo que intento decir- que definitivamente me abandonen.
(Me inquieta la incapacidad de expresión y la sensación de parálisis que me trae... no te vayas todavía)
Lo llamativo, pequeño y simple que vengo a descubrir es que cuando sucede esta pérdida de creatividad, de estos fantasmas que me acarician, de esta música que solo yo escucho, es cuando puedo soltarme un poco. Tomar distancia. Escuchar mi respiración un poco mas lejana. Y qué alivio...
Es cuando me suelto. Es cuando puedo ver hacia afuera. Es cuando dejo de ser, por un rato, egoísta.
(Me inquieta pensar que no consigo moderar mi introspección, a quien le importa si pinto o no, si escribo o no, cuando concretamente se me necesita? no justifico nada, puras palabras)
Me gusta esta sensación, tanto como la otra (me gusta más la otras porque soy egoísta)

Sin mas vueltas- confirmando que además de estar sin inspiración no tengo capacidad de síntesis- detrás de todos los colores y las notas... está ella.
Ella... bueno, mucho no lo cree. A ver, como decirlo... mucho no cree estar detrás de las cosas.
(¿Vos me decís que quedaría mejor escribir "ella esta delante de las cosas y antes del pensamiento"? Bueno, en realidad ha roto con mi narcisismo. Por qué meto la inspiración en todo esto?)

Seguramente en este momento duerma, con dos rodeándola. Una a la cabeza y otra a los pies.
Seguramente el aire este tibio y duerma con poca ropa.
Seguramente descanse en un ambiente escenográfico, de medias y telas perfectamente en su lugar.
Debe llevar unas cuatro horas dormida...
(Yo sé que me recomendás no intervenir en sus horas, no intervenir en sus tareas... y no te voy a decir nada mas. Sé que me lo recomendás, y quiero escucharte y obedecerte. Recién cuando te vayas, veré si tengo ganas de otra cosa... ahora solo mate. Pero todavía no te vayas.)

Hasta extrañarla resulta egoísta.
Por momentos creo que todo lo que siento es egoísta, el amor lo es... (ok, lo hablaremos en otro momento, ya discutiremos sobre eso. Puede ser que el amor sea justamente lo opuesto, puede ser. Tenés razón, es como la tercera o cuarta vez que tenés razón. Acabo de decir que rompió mi narcisismo y eso es como salir del cascarón... o no?. Bueno, no me vengas con Krishnamurti á ces heures, eso de contemplar al otro como a una puesta de sol... no?
No me dejes así, tan sola. Habláme otra vez). Bueno otra vez no. Otra vez la otredad.
Otra vez esta tos, y vos... que te me vas.
Ya no puedo pensar, como me suele pasar. Pienso en abandonar el mate. En volver a la cama. Sola. Pienso en ir a verla. En salir a correr como antes, si no fuera por la pierna.
Si no fuera por ella.
Y esta tos.




viernes, 12 de junio de 2009

A mi sostén

Has sido más de lo pensado.
Me acompañaste en silencio.
Has dicho más de lo que hubiera querido escuchar.
Me has sacudido como el amor.
Tuve que escucharte. Quise escucharte. Necesité escucharte.
Necesito hoy escucharte, como siempre.
Tuve que entenderte, lo quise hacer, y lo necesité después.
Lo necesito hoy.
Quise cuidarte, se me escapó de las manos muchas veces.
Te quiero conmigo.
Como una cábala?
Como una costumbre?
Me diste noches de palabras ciertas y de las otras.
Me diste días oscuros, profundos. Como este azul (otra vez este azul).
Me diste tu ira cuando me viste mal.
Me diste tus miradas, hacia todo.
Me diste tu fuerza.
Me diste tu constancia.
Me diste tu tenacidad.
Me diste tu admiracion.
Me diste tu aprobación.
Me brindaste tu inteligencia.
Fuiste mi cómplice.
Me diste tu perdón.
Te quiero conmigo.
Como una cábala...?
Yo creo que no.
Te necesito, como siempre.
Simplemente te quiero.
Más allá de la sangre... te elijo, y te quiero...

jueves, 11 de junio de 2009

Los árboles de la vereda

El método de resolución de un sistema de ecuaciones lineales, es decir, con dos incógnitas, consiste en despejar una de ellas en una de las ecuaciones, y sustituir su expresión en la otra, obteniendo de este modo una ecuación con una incógnita que se resuelve.

Faltaban dos horas y cuarto para que sonara el despertador que ella no dejó. Por estar soñando, despertó exaltada, y su aflicción le hablaba de motivos importantes que sonaban en su pecho al estilo "Así habló Zaratustra".
Se sentó en la cama y miró hacia donde se esperaba ella misma. No existe terrífico comparable al espanto de desconocer la imagen del espejo (y no ésa imagen psicológica que muchas veces desconocemos, que a mi también me pasa). Desapareció del territorio especular y volvió instantánemente. Descubrió aturdida que los movimientos de la imagen ajena respondían a los propios. Como si fuese ella. Hizo toda clase de gestos y ademanes, coqueteándo con el ridículo...
Entonces, lo inevitable: era ella. Pero no ella.
Quiso tocar el espejo.
Sonó el despertador.
Amaneció cansada como todos los días, pero con sospechas que le hacían sonreír, no le dio demasiado crédito a sus suposiciones, y se levantó.
Cumplió con los ejercicios que inician el día, y comenzó el trayecto que la conduciría a su trabajo.
Como de costumbre, con carácter áspero y acre, contó los árboles de la vereda.
Siempre 45.
Una vez descubierto el secreto matemático empezaba a aburrirse. Entonces contaba al revés, de 45 a 1 (no se le había ocurrido contar otras cosas o descubrir brujas en las nubes o un conejo), y otras... de 5 en 5, otras... contaba 5 tramos de 9 árboles cada uno.
Pero esta vez, algo la detuvo.
Había visto su rostro en una vidriera. Más tarde su cuerpo entero. La imagen que le devolvía ese vidrio, no la reconocía, aunque recordó un sueño... efectívamente, no era la misma que se había dispuesto a dormir la noche anterior.
Comenzó entonces a transitar el camino de regreso. No iría a trabajar, de todos modos, estaría ausente. No era argumento suficiente asegurar que era ella quien había trabajado en ese escritorio durante doce años, mientras el cuerpo lo negaba irrespetuosamente.
Al llegar a su casa buscó fotos con desesperación, se vio en una, en dos... en casi todas... No con este cuerpo, pero sí después de todo. Era ella, en compañía de una mujer.
Empezó a tener un pensamiento ambicioso.
En ese momento sintió que ella la estaba salvando de la vulgarización de la raza.

Una vez resuelto el enigma, poco importa si ha sido gracias a la primera, a la segunda ecuación, o simplemente responde al rigor puesto en el conteo de los árboles de la vereda.
Después de todo, nuestro destino es sustituírnos contínuamente.

Inevitables alucinaciones durante la duermevela


Bajo esos arcos de cejas pasa todo el cielo, pensé. Entonces me quedé sin palabras.

miércoles, 10 de junio de 2009

Al desamparo del cielo


Hoy. Es decir, siempre. O casi.
No creo en lo absoluto (palabra parecida a absurdo, o a mi me recuerda a ésa...).
Hoy no tengo una verdad inapelable.
Sin embargo escribo claro. O eso creo.
A casi nadie le interesa la imágen que comparto hoy (no pretendo infundir pena, es una realidad evidente).
No estoy segura si siquiera a mi me interesa.
Creo que sí. Algo.
No sé qué.
Esa sangre? Esa mirada?
Lo cierto es que apenas veo faros cada dos o tres horas en medio del océano.
Recupero el amparo y lo vuelvo a perder.
El ejército de pinchazos en el pecho va y viene, como estas olas, como esta tos, como este dolor.
Pronto la luna se descuelga y...
Pronto conjugaré los verbos como debiera.

martes, 9 de junio de 2009

Tdoo es meczolnaza, ecxpeto la verdad

No tnego en clrao si cietra ifnromcaión me apbauye y enceisto liebramre de eall, o sno las emocinoes y no más. Tampcoo la froma de hacrelo, si es con óloes o cno la palarba aclanza. Si se me mezlca tdoo coom en etse moemnto...
Poruqe aís etsá lo uqe cnotnego.
Sóol la verdad no me cofnunde.
La cnoozco. La rsepiro.
Eall me aclanza.

Poruqe no se enteinde lo uqe no se uqiere etnender.

domingo, 7 de junio de 2009

EL GRITO MUDO Y EL SILENCIO QUE ATORMENTA

Estoy sentada, con la cabeza apoyada en mi brazo derecho, sobre la mesa y con los ojos cerrados. Me duele la cabeza, pero el dolor no es fijo -y por qué habría de serlo-. Se traslada de un lado hacia otro (por supuesto deliberadamente, y cacheteándome el cerebro sin piedad). Tengo la mano dormida y el brazo no correrá con mayor fortuna. Ninguna parte de mi cuerpo se mueve, y no creo tener la voluntad para que ésto suceda. Soy consciente de mi existencia gracias a los pobres sonidos que vienen desde afuera. Creo que sigue lloviendo, hace ya como dos horas (¿dos horas?). La sensación de no ser capaz de moverme, de no poder cambiar de estado, se prolonga hacia las pocas situaciones que percibo. No necesito levantar la cabeza para ver la lluvia.
Recuerdo el verde mojado, no hay nada mas violento que lo inevitable.
Ahora mis extremidades son ajenas a mi cuerpo, siento en mis piernas el peso de una parte
mía que no tengo. Sé que si mis entrañas me impulsaran a incorporarme, lo haría, aunque no estoy tan segura. Tal vez sea una enfermedad. Una línea impuesta y divisoria entre mi cerebro y todo mi organismo. Sospecho que si sintiera algún dolor, me movería, por reflejo, aunque tal vez, en este mismo momento mi cuerpo siente dolor y mi cerebro no lo registra...
Por un momento, siento la
tentación de moverme, pero eso sería una irresponsabilidad literaria, y también... muy violento.
Voy a dejar que todo siga su curso natural (ésa palabra...) , sólo tengo exigencias mentales.
Ya
perdí la noción del tiempo.
En mi cabeza tengo
imágenes sucesivas y veloces, rostros de la sociedad burguesa y sus fiestas, y sus viajes a la mítica isla griega Citerea, la indiferencia de la mirada de la Infanta Margarita... y aquel espejo acusante, ese aire hastiado, compartido por el espíritu de los muertos de Gaugain.
Todos ellos instalan en mi un sentido de la violencia muy exquisito, la violencia de lo
inmóvil. También recuerdo aquel axolotl, al que le tuve tanto miedo de chica, un miedo premonitorio, el miedo de que tal vez no se cumpla... que sea una auto-sentencia fallida, y finalmente, no me vuelva parte del paisaje que recuerdo, ni del verde, ni de la lluvia, ni de las miradas en las que afanosamente ambiciono permanecer.
(Ni en el azul de su risa que
todavía resuena como hielitos en un vaso vacío...)
No puedo dejar de pensar en esa
transformación, en la conversión. Y dudo de mi condición, de mi sinécdoque, incluso de mi aparente quietud.
Me la
tendré que aguantar, tal vez, esto no sea más que la satisfacción de un deseo antiguo. Nada peor que los deseos a destiempo.
Y pienso que me hubiera venido bien aprender un poco más de
biología, de genética, de física, de esas circunstancias en las que se gestan las maniobras naturales, tan naturales como arbitrarias, perversas. Me hubiese gustado saber el punto en donde estas exigencias mentales se cruzan, se encuentran, se entreveran, y se confunden con esos condicionamientos naturales, o mejor dicho... violentos.
Tengo miedo de moverme, no sé si
saldré volando, nadando, o podré erguirme para seguir camino.
El concepto de violencia me erosiona el
corazón y habita contínuamente conmigo
Otra vez, ahora... el cielo gris, el verde mojado del
pasto, la lluvia incesante, y su risa como hielitos en un vaso vacío.
Que violentos son los pensamientos. Casi nunca piden
aprobación.

Mina. 10/08/04

La Primera Noche


A estas horas empiezo a vislumbrar mi noche, larga, difícil, húmeda, solitaria.
Sucede que es la primera después del sacudón, la primera después de la música. La posterior a la del amor que invade como el agua.
Hoy es noche de teclado, de auriculares con Liliana Felipe, de mate frío, lavado, recalentado, frío... lavado y así...
Sucede también que hoy mi cama vuelve a tener las patas en el suelo...
Empiezo a anticipar mi semana de camino amarillo con hormiguitas en el paso. Y pienso como haré para llegar a felíz término...
Para cumplir horarios...
Para cumplir tareas...
Para firmar correspondientemente...
Para ser tolerante con los que duermen...
Para no levantarme de mal humor...
Para pintar...
Para no olvidar...
Para no recordar demasiado...
Para no extrañar...
Para cuidarme de la tos...
Para dormir lo suficiente...
Para no tener frío...
Para pensar en mi pierna...
Para pensar...
Que difícil será mi semana sin vos.
De todos modos sonrío... recuerdo, acaricio y beso mentalmente las flores de mis sienes.

martes, 2 de junio de 2009

Como las plantas que crecen en las ruinas... las palomas



Ya es suficiente salir de casa a las 6.30 de la mañana, cuando el día es noche y azul, como para tener que soportar además...
Cualquier cosa. Cualquier cosa es difícil de soportar a esa hora.
Confieso que me siento una delincuente, la más indigna, indigente, miserable. La más desgraciada. Con el autoestima pisoteado.
Con un grado de temperatura, que es casi la ausencia de temperatura. Un grado es nada.
Qué fría es la nada.
Así ando por la calle, gélida y desgraciada.
Es obsceno.
Muy poco decoroso.
Resulta que una vez que he tenido la mitad del recorrido ganado, en el andén del tren dan aviso (con total impunidad) que el servicio está suspendido. De manera que no solo llegaría tarde a trabajar sino además quedaría varada ahí, en medio de esa nada de temperatura y a oscuras.
Así sentí mi espíritu.
En estos casos, cuando necesito salir un poco de mi para no fastidiarme de más, comienzo la clásica observación de cuanta cosa estuviera a mi alcance.
Así me distraje.
Muchos de los que esperaban conmigo alguna noticia, o gestaban cambio de planes, se veían malhumorados.
En un momento (no recuerdo cuanto tiempo pasó... o una paloma en la vía) anunciaron un tren que llegaría apenas hasta la estación a la que tenia que ir.
Eso fue una suerte.
Al subir me gobernó la sensación posterior a una desgracia frustrada. Bueno, esto pasa a menudo. No fue para tanto. Es cosa de todos los días.
Era cosa de todos los días.
A pocos metros de llegar a la estación final, el tren se detuvo. Pasó tiempo. Bastante.
Parece que no arranca mas. Con certeza... no va a volver a arrancar.
Mientras... repasaba mentalmente las actividades que me esparaban a lo largo del día. Los pequeños excitados, alterados, graciosos. Las reuniones, las palabras vacías... y esta pierna.
Catalina ahuyentándome moscas, trayéndome nuevos insectos. Los viajes atiborrados de gente como pecas. Los libros durmientes en mi mochila.
Ya todos estaban calmos. A rigor de verdad, estaban resignados. Miraban el reloj sin un solo gesto. Lo que para mi fue suficiente expresión.
La resignación. La nada. El fastidio cotidiano... naturalizado.
Por qué yo no lograba naturalizarlo?
Por qué no podía evitar la ira que me subía por el esternón?
No voy a negar que por momentos, en ese ambiente compartido, tan compartido, íntimo, imaginé que me enfermaba de alguna gripe alternativa. O cualquier peste.
Otra vez por la ventana una paloma.
Me vuelven al micro ambiente del vagón las toses, los estornudos. Otras pestes.
Tampoco supe cuanto tiempo pasó desde que el tren se detuvo.
Sólo escuche la voz desde algún vagón lejano. Dale la puta que te parió!!
A quién "dale"?
Quién había gritado?
Por qué?
Si ese grito no era una orden... para qué?
Para romper con la resignación?
Porque finalmente la resignación ahoga?
Sería la válvula de escape a tanto maltrato inmerecido?
El grito no resultó.
Pero de inmediato... como devueltos a la realidad, todos reíamos a lo campeón.
Esta vez la paloma me gustaba. Y ya no era noche. Ni azul.

lunes, 1 de junio de 2009

Inventario simple



Bendita la sorpresa.
Bendita la carcajada.
Qué suerte la boca abierta por la emoción.
Qué estado fascinante el de manos con olor a galletitas de tierra y arena.
Que alegría volver a casa después de las obligaciones convenidas.
Qué alegría jugar con amigos en el arenero.
Qué alegría los amigos...
Qué compañías las piedritas, los caracoles, las hojitas.
Qué suerte oler a mate cocido.
Qué suerte el descubrimiento de seres entre los árboles.
Qué aventura las hojas gigantes de los cuentos.
Qué divertido sacarse las zapatillas y que caigan montañas de arena.
Qué paz me trae volver a ver esa niña cada día, aunque sienta cosquillas en la panza.
Qué felicidad andar en bici con ella.
Qué felicidad que el viento me deje oler su pelo.
Qué buena idea regalarle mi libro de cuentos.
Qué suerte escucharla reír.
Qué alivio pensar que mañana será como hoy, que otra vez... nada faltará.