martes, 23 de junio de 2009

No se si será o no importante esto que escribo, o lo que pinto. Mis ambiguedades, las contradicciones.
Lo que sí sé, en cambio, es que he pasado mucho tiempo rechazando todo aquello que me ataba, que me hacía sentir madre de esas cuestiones. Sin embargo hoy me vine a desayunar que soy exclava de aquello que me demanda, cuando me quiero rebelar, lo estoy satisfaciendo.
De manera que cualquier grito... resulta alimento.


AFUERA

Pero... ¿¿quién es esa mina??
Esa mina que recuerda a Ghandi, y le sorprende un fuerte dolor en la panza al pasar por la "h".
Si se viera...
Le daría, seguro, tanta risa como a mi... ¿sí...? se reiría tanto? La pobre cree que todo es fuente de inspiración. Y se detiene a mirar una foto -y duda entre la foto y esa mosca moviéndose ahí todo el tiempo- y sonríe.
Me pregunto que buscará. Hay algo sin embargo que me atrae, son esas capas y capas que la cubren como a una cebolla, o como al corazón de un alcahucil, no sé algo así...
Ahora se distrae y maldice tantos pasos y tantas voces a su alrededor, y les desea la muerte -y la mosca que insiste-.
Por momentos, parece que yo sola la veo... alguien corre la silla en que está sentada -o yo creo que está sentada-. Pero ella sigue ahí en su lugar y con sus capas.
Empiezo a dudar.
A lo mejor, ese gesto de displicencia que se le escapa a menudo, no sea más que un gesto característico de los muertos.
¿Y si está muerta?... siguiendo un razonamiento cartesiano, no sería posible.
Aunque...
De repente, intenta desprenderse con toda su fuerza de algo que la ahoga. Tose fuerte. Vomita. Se lleva las dos manos al pecho. Se sienta en el suelo, en un rincón de la habitación. Respira hondo, y esconde su cabeza entre las rodillas.
Y ahí permanece... quieta y silenciosa.

¿Y qué hago yo acá?
¿Qué hago tan quieta, tan ingenua, tan silenciosa, escribiendo sobre esa mina?

Conocedora de la situación, la mosca prefiere retirarse, por discreción.

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