miércoles, 30 de junio de 2010

DE NOCHES FRIAS, PALABRAS Y VACIO

Cuando de una vez por todas le pongo nombre a la nada, se me vuelve algo entre las ropas, además de carne, se me vuelve letras y palabras entonces esa nada es mía.
Porque cuando uno tiene algo, una mascota por ejemplo, le pone nombre, así es más de uno.
Le acaricio la frente mientras le invento palabras y le cuento de nombres y de cosas que no existen.
Nos hicimos muy cercanas, nos contemplamos mutuamente, nos instruimos, descubrimos otros lenguajes. La nada encuentra lenguajes a cada paso y los rescata, los levanta y acaricia... (uno da lo que recibe).
Soy posesiva, la preservo de las trampas, de la pasión, de las madrugadas, del sexo... del verbo.
La nada que cuido ya tiene unos kilos de más y una consistencia bastante extraña, fofa, densa.
Ya me está ocupando demasiado espacio en este cuarto pequeño, se está esparciendo por debajo de las puertas, salta ventanas hacia la calle, cuanto más ocupa más engorda, como si se alimentara de lo que conquista. Es una nada imperialista. El oleaje de lodo de nada me empuja escaleras abajo.

Arrastrándome.
De a poco se me mete en las fosas nasales, me toma los pulmones, después sube hasta los ojos y entonces dejo de respirar y de ver. Dejo de respirar y de ver y ni aún así me muero...
Todo lo que puedo esperar es que siga su curso hacia arriba y habite el cerebro. Y así terminar definitivamente con esta especie de existencia a medias.

domingo, 27 de junio de 2010

El punto muerto de las cosas no es la muerte de las cosas

Mi melancolía inmejorable...

Pero además.

La ausencia. Los agujeros en la pared. Las cortinas que se mueven solas y en silencio. Las selladas cajitas de música. El apuro del enfermo terminal. Todos y los que no están. Los amantes del círculo polar. La no creación. Las no ganas. El no... el sí. El negativo de la foto más hermosa. El destierro. El entierro. Las flores del entierro. El desamparo del cielo. El no cielo. Una línea fina en un cuadro en blanco. Un huérfano descalzo.

Es apenas casi nada el azul.


Pero además.

La alucinación. Los efectos de la fantasía. Los vectores a contraluz que deja la danza en el aire. Un océano bajando escaleras en París. Un ombligo lleno de manzanas.
Creerte conmigo.
Creerte gigante como las grandes olas de Alfonsina.
Creer que me hablás. O que me mirás ahora mientras te sacás la remera. Ahora, después de cortarme el pelo con desprolijidad. Ahora que estás conmigo y te doy mates lavados que termino tomando yo.
Ahora que de vez en cuando me parece que tu voz tiene sonido a Times New Roman 10 y de a poco ya no la recuerdo...

Es apenas casi nada el azul.

Me conviene salir un poco a respirar aire no viciado, no azul, y dormirme después y soñar que sueño que escribo y soñar que escribo que sueño cómo sueño que escribo.

martes, 1 de junio de 2010

HACE UN RATO EN EL BOSQUE

Había una vez una niña en medio del bosque, había escapado del lobo feroz, se había atrincherado bajo las tormentas, era una sobreviviente en una palabra.
En un momento, su andar se detuvo frente a una linea roja y fina en el suelo.
A veces solo es suficiente levantar un pie para que la vida nos vire para siempre.
Al apoyar el segundo pie del otro lado... no reconoció sus zapatos. Era toda olvido, toda sensaciones de recién nacido, toda pasado. Ella no pudo reclamar nada, no sabía qué reclamar, no recordaba qué le era propio y qué no. No pudo moverse.
El bosque podía haber sido azul... o mar verde, daba igual.
He sobrevolado su bosque y confieso que desde entonces... quedó ahí parada, descubierta, olvidada, e innecesaria.
La sigo observando cada día al salir el sol y cada anochecer cuando se nos va. Sobrevuelo su suelo mínimo. Vuelo mi aire insignificante.
Y entonces, yo ya no pude encontrarme.