miércoles, 2 de septiembre de 2009

Expiración

Una cosa se me presenta cada vez que estoy a punto de terminar un libro.

Es una sensación extraña, como la que se tiene después de haber presenciado algo irremediable.
Como la que se tiene después de haber dejado una declaración de amor en un contestador telefónico. Una sensación parecida a la de haber salido desabrigada en plena nevada.
Es decir... una tiene cierta idea acerca de las cosas, o de lo que debiera hacer, o no, pero hay cierta noción de "hacer". Algo hay que hacer.
Qué hacer, en ese espacio de conciencia, con esa historia de amor que parece una enredadera en el cerebro. Que hacer con ese patriotismo que nos hace pensar en lo miserables y cobardes que somos. Que hacer con todas esas metáforas que no alcanzamos a tocar. Los pasillos que no recorrimos y ni siquiera supimos que estaban, con la pasión, con la locura, con la traición... en fin, qué se hace con todo eso?. Además, que hacer con ese libro, con esas 213 páginas, con las tapas tan seductoras y rígidas. Con ese olor...
Y bueno, algo hay que hacer de manera que opto por precisar un lugar especial en la biblioteca, no es digno para el libro que ya ha sido leído compartir jurisdicción con aquellos que aún ni siquiera han sido abiertos. No pueden compartir alojamiento con determinadas pseudoenciclopedias, ni manuales ni diccionarios.
De ninguna manera pueden compartir espacio con aquellos que fueron leídos así, de paso, para matar el tiempo, con la cabeza en cualquier parte, con algún dolor en el centro del estómago.
Es por todo ésto que me invade una especie de responsabilidad cuando el libro que leo me espera desde la otra orilla...
Un nuevo vacío me desea.