jueves, 15 de octubre de 2009

Tarea cotidiana

No descubro vacunas.
No juzgo a nadie.
No creo religiones.
No salvo vidas.
No traigo vidas.
Sin embargo...
Bajo hasta ellos, para mirarlos a los ojos.
Extiendo mi mano derecha para darles la mía, como una buena costumbre.
Los alimento.
Me río.
Me conmuevo.
Me enojo y nos enojamos...
Intento que sobrevuelen las buenas intenciones.
Los observo con discreción.
Les ofrezco el descanso del límite.
Conversamos sobre arte y filosofía.
Hablamos sobre el dolor del otro.
Vivimos el dolor del otro.
Consolamos el dolor del otro.
A veces evitamos el dolor del otro.
Siempre nos disculpamos.
Siempre vemos las consecuencias.
Discutimos.
Trabajan la voluntad.
La fuerza interior.
El coraje de arrepentirse.
Se defienden.
Se quejan a gritos.
Aprenden a contemplar la belleza de los árboles.
La belleza de las piedras.
Cuidan lo que les cuesta. Lo que aman.
Atesoran recuerdos.
Buscan figuras en las nubes.
Aprenden a vivir confiados pero atentos. Fuertes pero sensibles.
Autónomos. Respetuosos. Responsables.

Salvo vidas a mi manera...