viernes, 26 de junio de 2009

Porque estas son las aulas sagradas del gotan...


Tomo al término obsceno como lo "fuera de escena", de la misma manera que Shopenhauer, al aludir específicamente a la escena de la palabra. Hay términos obscenos. Schopenhauer habla de sexo y pasión como términos obscenos ya que se escapan fuera de la escena de la palabra. Habla de la representación de las cosas. De la construcción del sujeto del mundo que lo rodea. Es la parte mas íntima, mas inabordable que tenemos, esa parte a la cual ni siquiera podemos decir como llegamos. Si es que llegamos. Y si es que podemos creer que la tenemos. Hay un abismo entre esas representaciones (que no son el mundo) de mi mundo y las palabras del mundo. Dicho esto, quería anoticiar a los no bailarines de tango, de lo bello que es bailarlo. Hubiese querido transferir algo de la pasión que se siente, pero como ven no se puede. Hubiese querido usar palabras como rojo, fuerza, aguja, sexo, dolor, asfixia, entrega... y una inexplicable felicidad. Claro, hubiese querido usarlas si hubiesen sido suficientes para contaminarlos con todo ese menjunje, pero no puedo, no. Advertidos de mi incapacidad, quiero contarles además que basta con que él apoye su mano en la espalda de la mujer para que ella le obedezca con actitud teatral. Lo sigue. Le gusta seguirlo, sólo porque le gusta que la miren los demás, los que no están bailando con ella y se lo están perdiendo!! Pero lo sigue. Y a él le alcanza. Entonces, destilando histrionismo femenino, lo abraza sobre el hombro derecho. A veces sólo apoya su mano en su espalda. A veces en la nuca. Depende del tipo de histrionismo que se lleve a cabo. En un primer momento, ambos intentan conocerse con urgencia, porque el tango se termina cuando mas te está gustando. Buscan ponerse de acuerdo, hablar en el mismo lenguaje, mantener los códigos. Sentirse las vibraciones mutuamente. Bailar el mismo tango. Una vez atrapados, comienza el baile. La mujer puede elegir bailar con lo ojos cerrados o abiertos. El hombre no puede elegir, debe bailar con los ojos abiertos, porque ¡pobre del destino de ella si bailara con los ojos cerrados! El dominio tiene sus desventajas. Para tener al asunto bajo control, se sabe, es necesario tener los ojos bien abiertos. Estar despiertos, estar atentos a quien se abraza, a quien se tiene al lado, con cuánto espacio se cuenta. En cambio, quienes eligen bailar con los ojos cerrados, se sumergen en esa encrucijada de espacio y tiempo, quedando sometidos. Otros miran por uno. Otros terminan decidiendo por uno. De otros es el espacio y el tiempo. De otro se vuelve el propio cuerpo. Una vez tomada la decisión acerca del modo en que cada uno prefiere vivir los 3 minutos del tango... comienza esto, que para mí, desde siempre, me resulta obsceno. Cierro los ojos. No es la persona que abrazo. No es su perfume. No es su cuerpo. ¿Es la música? todavía no lo se... ¿Es el ritmo?... creo que no. Supongo, avecinándome apenas a los arrabales de las palabras, que el latir de cada tango, ese que retumba en los parlantes, que vibra... choca, rebota en todo mi cuerpo. Una y otra vez. Mi cuerpo en silencio resiste los choques, noto que se irrita, que hasta en algún punto los rechaza. Pero ni el espacio ni el tiempo ofrecen rincones donde apartarse en estos casos, donde esconderse, donde protegerse. Hacia donde salir corriendo de una vez por todas. Cuantas cosas nos pasan en 3 minutos abrazados a alguien. Hasta parece que uno se muere a los 2.45...

"Cuando bailas, sensual un tango guapo, entre el reaje vuela tu pollera... Tango de lengue, obsceno garabato que dibujan con sus pubis las parejas. Tango de lengue, por vos... se pierde una daga hasta el mango. Tango de lengue los dos... estamos manchados de fango"






1 comentario: