miércoles, 21 de marzo de 2012

LA TAREA ES IMPOSIBLE

Pasa que en este momento es cuando hay algo que siento únicamente mío entonces resulta que podría hacer cualquier cosa en este momento. Pero cualquier cosa que pudiera hacer arrastra palabras con las que las pienso, entonces lo únicamente mío en este momento, en el que podría hacer cualquier cosa, se vuelve únicamente palabra. Únicamente pensar y escribir en la noche. En este momento mío.

Me revuelco en caos y confusión para no perderme de mi. Pensar las palabras de la noche. Escribir las palabras de la noche. En este momento únicamente mío, es únicamente mío porque lo pienso. Vivir la noche no es suficiente para mi, no alcanza para apropiármela.
Alguien queda mudo ahora, en este momento, alguien no puede pensar ni hablar. Yo me robo las palabras de estas horas, las hago mías en este momento. Yo respiro la noche y aspiro palabras, exhalo soledad y confusión. Pero ahí me reconozco. En la imposibilidad me reconozco. Porque hace un par de minutos me senté a escribir y apenas pude describir un segundo de este momento únicamente mío...

Pinto cada vez menos, supongo que es pereza... de los capitales ese me inunda lo mismo que el caos... es que son madre e hijo. Leo cada vez menos, sólo uno que me prestó Ale, que es de fácil lectura, y ayer ojeé un poco uno de mitología griega. Nada me engancha o me conmueve. Creo que es porque la mayoría de las cosas que leo no las entiendo, o me distraigo fácilmente. La vida corre fugazmente fuera de mi. Frente a estos ojos impasibles. Ajenos.
Tengo una columna vertebral débil que me impide algunas cosas, excepto pensar. Soy como un árbol con el tronco moribundo que no deja de dar hojas, verdes, amarillas, de distintos tamaños.
Escribo con las palabras con las que pienso... (o es lo que pienso que me trae las palabras?) para poner orden, cosa que no hago hace muchísimo tiempo, porque nunca conseguí el orden, ni entenderme, por lo cual decidí intentar hacer silencio interno para que las palabras liguen solas, para que se tomen de las manos entre sí, y bailen en mi frente sin que yo haga nada con ellas. Y se me presenten en forma de oración, de frase, es decir de pensamiento. Pero nunca pasó.
Dejé de escribir durante todo este tiempo porque me di cuenta que no lo sé hacer, me llevó un tiempo prolongado llegar a pensar que uno no hace sólo lo que sabe hacer, sino que a veces hay necesidades que no tienen explicación. Como esas noches en que me agarra la euforia de salir corriendo hacia cualquier parte, a cometer todo tipo de excesos, a perderme de mí misma, a no poder pronunciarme.

La pregunta recurrente es qué quiero. Por qué escribo si no lo sé hacer? si al menos me sirviera para descartar, para desahogar, para inventar, para volar... pero es más bien lo opuesto. Doy de cara con lo peor de mi, sangro internamente como si las palabras fueran a demoler poco a poco mi cuerpo, mis venas, hasta que todo se esparza y yo misma quede lejos de mi. Desarmada. Pero finalmente yo misma.

La pregunta recurrente es qué quiero...

Me pregunto si busco ser feliz, si quiero ser feliz... Creo que no. Creo que busco la verdad, aunque sea necesario despojarse de todo, en realidad, yo no me despojo de todo, solo que no sé hacerme de cosas como para poder despojar... un lugar para vivir, un trabajo, no estar descalza, enamorarme, vestirme... uno se despoja de eso cuando lo tiene y cuando lo tiene siente que es feliz.
Yo intenté por otra vía, intenté pintando, escribiendo un poco, apasionándome fatalmente.
Pongo el cuerpo para saber la verdad.
Yo quiero encontrarme finalmente atrás de la realidad, porque no estoy en la realidad.

(no estoy en la realidad y me busco con palabras que sí lo están... la tarea es imposible)

No hay comentarios:

Publicar un comentario